"La intención se mide por el resultado"

"La intención se mide por el resultado"

martes, 13 de julio de 2010

ODISEA: Supermercado

¿Qué dulce de leche llevo? ¿Repostero o colonial? Esas eran las preguntas desesperadas de una mujer a su marido, con el cual mantenía una conversación telefónica, entre unas góndolas del supermercado. Fue inevitable quedarme escuchando porque me llamó la atención la forma en decidía los productos. Decidí seguir un poco su recorrido y observar. El llamado al “gordo” se repitió varias veces con el fin de terminar con la indecisión y lo logró.
Paseaba con mi carrito (obviamente tenía las ruedas torcidas y se iba para todos lados) por los pasillos llenos de otros cientos de carritos. Entre frases como: “permiso, por favor” o “cuidado, nene”, intentaba cumplir con la lista de compras.
Mientras recorría los sectores de limpieza, verdulería, congelados, lácteos y bebidas, recordé un capítulo de “The Nanny” donde Fine daba una clase práctica para reconocer el estado civil de los hombres de acuerdo a los productos que llevaban. Primero, observé de reojo algunos changos pero, después, no pude dejar de pensar en las cosas que estaba comprando y lo que podían otros.
Como era de esperar, estacione un tiempito en las golosinas y galletitas. Por la semana de la dulzura había chocolates y delicias para elegir. La tentación fue muy grande!!!
El recorrido parecía llegar al final pero como la salida al supermercado es siempre una odisea, todavía quedaba la línea de cajas.
Como bien lo expresa la ley de Murphy, cuando elegís la caja que menos personas tiene pasa algo que hace que tardes el doble de tiempo. Así fue. La fila de changuitos parecía un embotellamiento de esos que se dan en pleno centro porteño.
Pero nuevamente algo más llamó mi atención… la señora delante mío llevaba dos carritos que se rebalsaban y se quejaba conmigo de que su hijo había elegido un paquete gigante de papas fritas. Realmente, qué podía responder… absolutamente nada!!! Seguramente era de esas personas que necesitan hablar y me agarró. Ya no podía escapar, estaba rodeada e incómodamente lista para seguir escuchando. Continuó con un monólogo sobre aspectos de su vida personal y demás detalles interesantes para su familia pero no para mí que era una completa desconocida. Aunque, pasados cuarenta minutos de espera, éramos semi-desconocidas.
Por suerte, me llegó el turno.

PD: Nunca más voy un feriado al supermercado.

2 comentarios:

  1. Amiga, la inspiración te bajó con todo!!!!

    Yo por más que miro mi blog no hay caso, la ampolleta no se me prende... es que parece que todo lo que tengo para decir no lo puedo decir!!!! si no me lloverían las demandas... y para qué estamos con cosas, si no me da la originalidad para actualizarme, menos para crearme un alter ego que se desahogue en un blog... igual en una de esas me pongo las pilas.

    ResponderEliminar
  2. Querida Meli, la solución al problema de hacer la fila es muy simple: una buena panza de embarazada y tenés prioridad ante las cuarenta personas que están en la cola. Se disfruta mucho mas cuando el super está hasta las bolas de gente... eso sí, conseguir la panza... no es tan simple.

    ResponderEliminar